Mitos, leyendas y creencias de la minería en Argentina
La minería es una actividad clave para el desarrollo productivo, económico y turístico, pero no está ajena a las creencias populares. Aquí, los mitos y leyendas de la minería en Argentina y sus historias fascinantes.
Por Josefina Navarro
La superstición, la magia y las leyendas han estado presentes en la vida del hombre. ACERO Y ROCA recopiló las principales historias que giran en torno a la minería tanto en América Latina, en Argentina como en San Juan.
Las mujeres jamás deben bajar a una mina
El primer mito que existe sobre la actividad minera y que ha regido la vida de los mineros desde hace siglos, está relacionado con las mujeres. El mito cuenta que las mujeres no pueden ingresar a las minas porque traen mala suerte.
En Bolivia, Perú y el noroeste argentino, el mito dice que cuando los mineros bajan a las entrañas de la tierra quedan bajo el poder de un demonio a quien apodan “El Tío”, un espíritu andino que provee minerales de alta ley y suele estar representado por una figura a la que ofrendan cigarrillos, bebidas alcohólicas y coca.
Este dios del inframundo es amante de la Pachamama, la Madre Tierra. Si las mujeres ingresaran a la mina, esta podría estallar de celos y provocar una tragedia.
Ese carácter tempestivo de la Madre Tierra explica otro de los mitos más difundidos de la minería subterránea: las mujeres son sinónimo de mala suerte. Si el Tío se enamorara de una visitante, dejaría de fecundar a su amante y entonces escasearía la plata. Pero, aún si no se sintiera atraído, la competencia femenina haría que la “Vieja” cerrara su vientre y sepultara a los trabajadores.
En Argentina, la santa patrona de las minas es Santa Bárbara, quien se supone protege a los mineros de las fatídicas explosiones, y el único día permitido en que las mujeres pueden bajar a las minas es el día dedicado a la santa patrona.
El Dato: Yanina Colman, a los 23 años comenzó a trabajar en Cerro Negro, un yacimiento de oro y plata en de Santa Cruz. En 2017 ganó el Premio a la Mujer Minera del Año por ser la primera en trabajar adentro de una mina subterránea. Hasta donde hay información ha sido la única mujer en desafiar este mito.
Los sacerdotes tampoco pueden ingresar a las minas
Otro mito de la minería argentina muy divulgado está relacionado con los sacerdotes. En Bolivia, Perú o el noroeste argentino, los dueños de las minas respetan a rajatabla las costumbres ancestrales de los obreros. Este mito cuenta que los sacerdotes no pueden entrar y el Diablo no puede salir: la cruz Tatacajchu apostada en el ingreso de los yacimientos lo impide.
Como las almas que van al infierno, los mineros viven bajo tierra. Dios los pierde de vista cuando bajan al corazón de piedra, y allí no les queda más que encomendarse al «Tío», como algunos llaman a Satanás. Los obreros le ofrecen alcohol, cigarrillos y animales muertos a Lucifer cuando se sumergen. Se cuidan de no enojarlo, porque no hay escapatoria a la venganza del derrumbe.
Según el mito los curas no pueden entrar a la mina, aunque se declararan devotos al Diablo. La razón es sencilla: no llevan pantalones. La sotana podría hacer que la Pachamama o «Vieja», amante del Tío, los confundiera con mujeres y estallara en un mortal ataque de celos.
Los fantasmas de Hualilán
La historia de este territorio ullunero es de las más ancestrales de la provincia de San Juan. Sus primeros habitantes fueron los Incas que conocían de la riqueza de los metales preciosos, pero la escasez de tecnología y agua impidieron la explotación de los recursos.
En el Siglo XIX, más precisamente en 1872, una empresa inglesa desembarcó en Hualilán. Incluyó la construcción de una planta de amalgamación, circuito de concentración y dos hornos de tostación. Tenía la capacidad de procesar 80 toneladas por día de mineral y un rendimiento promedio de 21 gramos por tonelada de oro.
A partir de 1955 se instala una planta de cianuración completa, procesándose unas 10.000 toneladas de mineral de distintas procedencias (mineral de interior de mina, desmontes y relaves más antiguos), con un contenido de 2 a 4 gramos por tonelada de oro.
Contó con varias etapas. Desde 1959 a 1980, se efectuaron trabajos de explotación a pequeña escala y las primeras exploraciones sistemáticas. Entre 1985 y 1995, se explotó mineral oxidado, y desde 1995 a 2019, diversas empresas mineras efectuaron tareas de exploración sistemática con los objetivos de validar la existencia de recursos económicamente explotables.
Durante varios años de las etapas anteriormente mencionadas, Hualilán no tuvo habitantes. Pese a ello, muchos afirman que las almas de los trabajadores siguen presentes en el lugar. Lugareños expresaron que los prisioneros carcelarios cumplían su condena y también funciones en la mina.
Las almas de esos hombres, sufridas y cansadas, gritan y gimen. Además, se escuchan cadenazos y se observan luces que son capaces de percibirse a una distancia bastante considerable.
El tesoro de Osorio
La historia del tesoro de Osorio, escondido en la cordillera sanjuanina, atrapó a famosos personajes de la provincia de San Juan.
“Estuve buscando un tesoro en la cordillera de Colangüil. En Angualasto alquilamos burros y estuvimos un mes buscando el famoso tesoro de Osorio, cuando ya tenía conocimiento de minerales, pero no hubo vestigios. Se había publicado un artículo donde hablaban de ese tesoro y la tradición decía que estaba debajo de una piedra verde, allí había enterrado una cantidad de oro el señor Francisco de Paula Soria, por eso le pusieron el «Tesoro de Osorio». ‘Tendrás oro para vos y varias generaciones, ve a buscarlo’, decía la leyenda, fuimos y por supuesto que no lo hayamos”, contó el gran poeta Jorge Leonidas Escudero a la periodista Viviana Pastor, en abril de 2012.
El tesoro de Osorio al que se refería Escudero y que también buscaron el periodista Rogelio Díaz Costa (ambos fallecidos) y Antonio Beorchia Nigris, periodista y explorador, era de Francisco de Paula Soria.
Según la leyenda popular Paula Soria encontró una veta de oro puro y junto a nativos del lugar lo acumuló. En el siglo XVIII, debido a obligado a viajar de urgencia a Bolivia, decidió enterrar el gran tesoro en las cercanías de Angualasto.
El plan era volver por su oro, pero Soria se enfermó y murió en Bolivia, pero antes de esto escribió el derrotero del tesoro (el lugar exacto donde lo había enterrado) y se lo legó a un sacerdote jesuita.
En el convento Santo Domingo, donde se decía que estaba guardado el derrotero, hace años aseguraron que ese documento no existe.
El texto que escribió el español decía:
«Saldréis del pueblo de Calingasta y tomando al poniente por el camino de los indios bajaréis a un arroyo y tomaréis arroyo arriba hasta encontrar un cerro derrumbado en ambas partes, por donde pasa el agua por debajo de unos puentes de piedra y en poca distancia encontraréis un arroyuelo a mano derecha. Tomaréis por él hasta su remate… También te encargo que busques con alguna prolijidad una piedra verde de estatura de un hombre que está parada a cuyas inmediaciones se halla, y encontrada que sea la voltearéis y escavaréis: Allí dejé tapados millones de oro y plata».
«Igualmente buscaréis en las cercanías una casa que se dice blanca que tiene la puerta al sol en donde tiene una gran lápida verde tapada. Lee con alguna detención este formulario y el pitipié que tengo honor de acompañarte por el cual seréis felices y no desconfíen vuestros descendientes de este mi razonar así. Dado en la ciudad de Chuquisaca y marzo 25 año 17… (roto). Francisco de Paula Soria».