Trabajo sexual y minería: vínculos invisibles de un trabajo solitario

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La industria minera en Argentina, y particularmente en la provincia de San Juan, ha mostrado un crecimiento sostenido en los últimos años. Este auge económico ha generado empleo y desarrollo en zonas alejadas, y también ha modificado profundamente las relaciones sociales y las formas de trabajo que se articulan en torno a la actividad extractiva. Un caso paradigmático es el del trabajo sexual, una labor históricamente invisibilizada, pero que mantiene un vínculo estrecho con la presencia de grandes proyectos mineros.

Por Redacción ACERO Y ROCA

Trabajo sexual y minería: En busca de respeto, derechos y posibilidad de trabajar seguras, sin prejuicios

Trabajo sexual y minería: En busca de respeto, derechos y posibilidad de trabajar seguras, sin prejuicios

Mariana Cánovas, secretaria de AMMAR San Juan (Asociación de Mujeres Meretrices de Argentina), dialogó con ACERO Y ROCA para visibilizar una realidad poco abordada por los medios de comunicación y ausente en la mayoría de los diagnósticos sociales vinculados a la minería: el trabajo sexual como parte del entramado económico y humano que acompaña el desarrollo de la minería a gran escala.

«Hoy en día, la realidad del trabajo sexual en San Juan está un poco complicada. Ha bajado el consumo porque vienen muchas chicas de otras provincias a trabajar, y no todas manejan la misma tarifa», explica Cánovas.

Según indica, la creciente actividad minera ha incentivado la llegada de trabajadoras sexuales desde Salta, Jujuy y otras provincias del norte del país. Esta migración de trabajadoras responde a la demanda creciente en zonas donde se asientan los campamentos mineros.

Trabajo sexual y empleo minero: una relación silenciosa

Los proyectos mineros suelen ubicarse en regiones aisladas, donde gran parte de la población trabajadora está compuesta por hombres que permanecen fuera de sus hogares durante largos períodos. Esto ha generado, según Cánovas, una demanda específica: «En mi caso, tengo varios clientes que trabajan en minas. Nos vinculamos tanto de forma presencial como virtual. A veces, cuando están en el campamento, compran contenido o hacen sexting. Cuando bajan, nos encontramos en persona».

El uso de plataformas virtuales, redes sociales y sitios de anuncios ha permitido sostener el trabajo sexual incluso desde la distancia. Este nuevo formato, que combina servicios presenciales con interacciones digitales, ha dado lugar a lo que Mariana describe como «relaciones de noviazgo virtual». «Les escribís todos los días, les preguntás cómo están, les mandás una foto… y cuando bajan, toman el servicio presencial. Pero durante su estadía en la mina, esa relación virtual también es parte del trabajo sexual que hacemos», señala.

La minería como motor del trabajo sexual

Cánovas es contundente al señalar el impacto directo que la minería tiene sobre su actividad: «Nos conviene un montón que vengan más empresas mineras a San Juan, porque nos aumenta el trabajo. Los empleados mineros son los mayores consumidores. Muchos están solteros o lejos de sus vínculos, y eligen pasar un rato con una trabajadora sexual antes que tener una cita convencional».

Este vínculo entre industria extractiva y trabajo sexual genera una dinámica de consumo que se diferencia de otras formas laborales: «No sólo buscan sexo. A veces compartimos un almuerzo, una cena o un trago. Nosotras cumplimos también un rol de acompañante. Les gusta pagar para pasar horas con nosotras, no solamente minutos».

Según relata, en muchos casos, los trabajadores mineros pagan tarifas más altas debido al tiempo extendido que demandan en el servicio: «Nos conviene mucho más tener un empleado minero como cliente que un enfermero o un trabajador común».

Estigmatización y dificultades en zonas mineras

No todo es favorable. Existen importantes barreras culturales y sociales para quienes se trasladan a zonas cercanas a los yacimientos. «En los pueblos alejados, donde están los campamentos, es difícil ejercer. Cuando ven a una o dos chicas solas y desconocidas, ya saben que son trabajadoras sexuales y las estigmatizan. Muchas veces no quieren alquilar cabañas y el trato es distinto. Es complicado», se lamenta Mariana.

El rechazo de propietarios y vecinas/os en localidades cercanas a proyectos mineros muchas veces impide a las trabajadoras acceder a condiciones básicas para ejercer su oficio, como el alquiler de una habitación o un espacio seguro para recibir a sus clientes.

Reclamos históricos por derechos laborales

Desde AMMAR San Juan, como en el resto del país, el pedido es claro: regulación y reconocimiento legal del trabajo sexual. «Nosotras siempre exigimos poder tener obra social, hacer nuestros aportes y jubilarnos como cualquier otra trabajadora. Es un trabajo como cualquier otro. Necesitamos que se tome en serio», afirma.

La organización promueve capacitaciones en salud sexual, prevención de enfermedades de transmisión sexual (ETS) y uso correcto de preservativos y campos de látex. «Siempre con cuidado y responsabilidad. Hay que estar capacitadas para cuidar de nuestra salud y la de nuestros clientes», afirma.

Nuevas formas de ejercer el trabajo sexual

El trabajo sexual en la minería no se limita a la interacción física. Cada vez más, las trabajadoras combinan modelos virtuales, contenido pago y servicios de sexting como estrategias complementarias. «Hay muchas chicas que creen que vender fotos no es trabajo sexual, pero lo es. Puede ser presencial, virtual, hay muchas formas y todas merecen respeto», aclara Mariana.

Conclusión: una realidad que interpela

El vínculo entre trabajo sexual y minería en San Juan plantea una serie de desafíos que merecen ser visibilizados. Desde la necesidad de regulación legal hasta el combate contra la estigmatización y la garantía de condiciones laborales seguras, la voz de las trabajadoras sexuales como Mariana Cánovas invita a repensar los impactos sociales de la actividad minera más allá de la economía formal.

En palabras de la propia referente: «Cada una elige cómo trabajar. Lo que necesitamos es respeto, derechos y la posibilidad de trabajar seguras, sin prejuicios».

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