¿Por qué las minas más grandes de América Latina no enriquecen a sus comunidades?
Raro y escaso, símbolo de riqueza y poder. A lo largo de la historia, el oro ha representado un material especialmente valioso. En el antiguo Egipto se lo relacionaba con la divinidad y lo inmortal. Hoy como símbolo de riqueza, de inversión y poder.
Una de sus principales características es su resistencia al paso del tiempo: no se oxida, no se deteriora y se revaloriza.
Por Amaranta Marquez
Hoy, el oro sigue siendo un capital clave. Se utiliza en joyería y también en la industria tecnológica por su excelente capacidad como conductor eléctrico. Además, cumple un rol financiero: como reserva de valor, sigue siendo refugio frente a la inflación global y la incertidumbre económica.
Cualquiera diría que contar con una mina de oro es igual a hacerse rico, pero en América Latina, la realidad es otra: las zonas donde se encuentran las mayores reservas del continente suelen seguir sumidas en pobreza, con infraestructura deficiente y escaso desarrollo. ¿Por qué?
Yanacocha: Riqueza minera en medio de la pobreza
La mina de Yanacocha, ubicada en Cajamarca, Perú, es la más grande de Sudamérica. Operada por Newmont, ha producido más de 40 millones de onzas de oro desde su apertura en 1993. Sin embargo, Cajamarca sigue siendo una de las regiones más pobres del país, con un índice de pobreza del 44% en 2023.
La falta de beneficios locales se atribuye a una distribución desigual de las regalías mineras, problemas ambientales y conflictos sociales. Proyectos como Conga enfrentaron fuerte resistencia popular por el riesgo sobre fuentes de agua y el impacto ambiental.
Peñasquito: Riqueza minera con desafíos sociales
En México, la mina de Peñasquito en Zacatecas , también operada por Newmont, es la más grande del país y una de las más relevantes a nivel global. Produce oro, plata, zinc y plomo. A pesar de los miles de millones generados, Zacatecas sigue siendo una de las 10 regiones con mayor pobreza de México.
En 2023, una huelga de cuatro meses paralizó la producción, reduciendo la extracción de oro en un 74,7%.
Este conflicto dejó en evidencia las tensiones entre la empresa y las comunidades locales, que reclaman más inversión social, empleo y participación en las decisiones.
San Juan: Oro en la montaña, pobreza en el valle
San Juan es la provincia con mayor producción de oro de la Argentina. Allí se ubican proyectos clave como Veladero, Gualcamayo, Vicuña, Hualilán. Entre todas, representan una de las concentraciones auríferas más importantes de Sudamérica.
Veladero, una mina gigante con impacto limitado
Veladero, operada por Barrick Gold junto a la estatal china Shandong Gold, comenzó a operar en 2005. Desde entonces, ha producido más de 9 millones de onzas de oro, generando ingresos multimillonarios. Solo en 2022, produjo más de 250.000 onzas. Pero los beneficios para la provincia han sido escasos y desiguales.
A pesar de la riqueza extraída, y lo pagado por la minera al Estado y a la provincia, San Juan sufre una falta de infraestructura crítica:
• Caminos deteriorados que dificultan la conexión entre los departamentos cordilleranos y el resto de la provincia.
• Problemas de abastecimiento eléctrico en zonas rurales.
• Crisis hídrica severa, agravada por el uso intensivo del agua en minería.
• Hospitales y escuelas con recursos insuficientes, incluso en zonas donde la minería es la principal actividad.
¿A dónde va el oro de América Latina?
En todos estos casos, Perú, México y Argentina, la historia se repite: países ricos en recursos naturales, pero pobres en desarrollo equitativo. La llamada “maldición de los recursos” describe este fenómeno: cuando la explotación de riquezas naturales no se traduce en desarrollo económico ni social, sino en desigualdad, dependencia y conflicto.
¿Puede Argentina hacerlo distinto?
Puede y debe, y si hasta ahora no se ha hecho, no es por culpa de las mineras, ese es el blanco fácil, sino de los que han mal gestionado los recursos recibidos, y no han realizado los controles necesarios para que las riquezas reviertan en la provincia.
Pero para hacer ese cambio se necesitan tomar decisiones valientes como, por ejemplo:
• Rediscutir el esquema de regalías y que sea un ganar- ganar para todos.
• Auditar los contratos vigentes con grandes operadoras. Si está todo bien, nadie debe tener miedo a hacerlo.
• Asegurar participación real de proveedores locales, mediante una ley que los proteja.
• Apostar al desarrollo con arraigo, no sólo a la exportación de minerales en bruto.
• Exigir transparencia a todos los actores involucrados en el uso de los fondos mineros.
•Generar controles ambientales reales que garanticen una minería sostenible.
Argentina tiene una nueva oportunidad con proyectos como Vicuña o Lindero (en Salta), donde ya se confirmaron reservas importantes. La lección es clara: el oro puede ser riqueza, pero solamente si se transforma en obras concretas, infraestructura, salud, educación y empleo local.
Evitar repetir la historia
El oro no es una garantía de prosperidad. La experiencia latinoamericana muestra que, si no se gestiona con visión, justicia y control social, termina profundizando desigualdades.
Argentina, y San Juan en particular, tiene los recursos y el talento técnico. Lo que hace falta es una estrategia nacional, y sobre todo provincial, que priorice a su gente y a su provincia. Generando confianza a los inversores y futuro a los sanjuaninos.
El oro está ahí. El desafío es que brille para todos.