A los padres que trabajan lejos, pero aman cerca
Hoy es el Día del Padre. Y mientras en muchas casas se escuchan risas, se abren regalos improvisados y se comparte un almuerzo en familia, hay una silla vacía que se llena con la fuerza del recuerdo. Es la silla de esos padres que, con casco, botas y corazón partido, hoy están lejos. Padres que trabajan en la minería —de manera directa o indirecta— y que, aunque no estén presentes físicamente, están más cerca que nunca en el alma de sus hijos.
ACERO Y ROCA – Especial Día del Padre
La tecnología ha venido a amortiguar la distancias de muchos mineros cuando se encuentran lejos de casa, ayudándolos a sentir mas cerca a la familia.
El trabajo en la mina es una elección de vida. No sólo por lo que implica en términos laborales, sino por el sacrificio profundo que exige. Cada roster de subida no es solo una jornada que comienza; es una despedida. Una vez más se arman los bolsos, se dan los abrazos apretados, se miran las caritas dormidas de los hijos y se carga, en silencio, una mochila emocional más pesada que la del equipamiento.
Estar en la mina es trabajar por un futuro mejor, pero también significa aprender a convivir con la ausencia. El sacrificio es silencioso, muchas veces invisible. Se hace desde la entrega diaria, desde la responsabilidad que pesa más que el cansancio. En cada rincón de un campamento minero —sea en la cima de una montaña, en un yacimiento bajo tierra, o en una base de operaciones en el llano— hay un padre que dejó todo atrás por amor.
Son geólogos que recorren kilómetros para entender el lenguaje de la tierra. Son operadores de equipos que manejan con precisión maquinarias colosales. Son mecánicos que, con manos firmes, aseguran que todo funcione. Son administrativos que gestionan los ritmos y los recursos. Son técnicos en seguridad, cocineros, personal de limpieza, supervisores, choferes, enfermeros……. Todos ellos hacen posible que la industria avance, aunque eso les cueste estar lejos de lo que más quieren.
El corazón de un minero late mas fuerte por sus hijos cuanto mas lejos está, ya que entiende que su sacrificio tiene su recompensa en ellos.
La soledad de la montaña o del desierto no se parece a ninguna otra. Es una soledad distinta: no es la del aislamiento físico, sino la emocional. Es querer estar ahí para una tarea escolar, un gol en la plaza, una caída en bicicleta o simplemente para escuchar cómo fue el día. Pero también es entender que ese “estar ausente” es, en realidad, una manera de estar siempre presentes: construyendo, con su esfuerzo, un mañana más estable.
Hoy queremos decirles a esos padres mineros —sin importar el rol que ocupen— que su esfuerzo no pasa desapercibido. Que en cada niño que los espera, hay orgullo y admiración. Que en cada pareja que los acompaña, hay valoracion y respeto. Que en cada hogar que se sostiene por su esfuerzo, hay una llama encendida de amor y esperanza.
Porque no hay distancia que pueda apagar el vínculo entre un padre y sus hijos. Ni montaña que impida que el corazón lata con fuerza pensando en ellos. Porque ser padre es darlo todo, incluso a costa del propio tiempo y del propio cuerpo. Y esos hijos, aunque hoy no puedan abrazarlos, los sienten. En la voz del teléfono, la conexión en la video conferencia, en la promesa de un reencuentro, en la mirada cansada pero firme del hombre que eligió trabajar lejos para que a su familia no le falte lo esencial: dignidad y futuro.
Feliz día a todos los que hacen patria y familia, lejos de casa
Feliz día a todos los padres mineros y a los que trabajan en esta industria. A los que vuelven en unos días. A los que están por subir. A los que hacen patria desde su puesto de trabajo. Su ausencia hoy, es la más clara expresión de su amor.