El infierno oculto de Sudáfrica: la explotación de menores en minas ilegales
Infierno bajo tierra: los menores atrapados en la minería ilegal en Sudáfrica
La minería ilegal en Sudáfrica es mucho más que un problema económico: se ha convertido en una crisis humanitaria. Lo que narran Jonathan y otros sobrevivientes expone la crudeza de un sistema clandestino donde los niños terminan siendo víctimas de trata, explotación laboral y abusos sexuales.
Por Mark Philips & Agradecimientos a Mayeni Jones BBC News, Johannesburg
Los niños viven un infierno en las minas de Sudáfrica
La existencia de unas 6.000 minas abandonadas en el país es terreno fértil para que las bandas criminales las conviertan en espacios de explotación. Allí no llegan las autoridades de forma permanente, pero sí prospera un negocio que mueve millones y deja un tendal de víctimas invisibles.
Una crisis humanitaria y un negocio clandestino
El propio gobierno sudafricano reconoció que la minería ilegal le cuesta US$3.200 millones al año en ingresos perdidos. Sin embargo, más allá del impacto financiero, lo que está en juego es la vida de miles de personas que se introducen en los pozos sin regulaciones ni protección. La paradoja es que estas minas, en su momento explotadas por multinacionales, fueron cerradas por falta de rentabilidad. Hoy vuelven a ser activadas de manera precaria, a costa del sufrimiento humano.
La vulnerabilidad de los menores migrantes
De hecho, los testimonios coinciden: la mayoría de los menores explotados provienen de países vecinos como Mozambique, Zimbabue o Lesoto. Llegan con la ilusión de un empleo estable, pero al ingresar a Sudáfrica les quitan sus documentos y quedan atrapados. Sin identidad, sin voz y sin posibilidades de defenderse, se transforman en mano de obra barata o en víctimas de abuso sexual.
“Los menores son más fáciles de manipular, no tienen poder de negociación y su vulnerabilidad se convierte en ganancia para las mafias”, explica Gugu Xaba, directora de Save the Children Sudáfrica.
Trabajadores en una de las minas clandestinas de Sudáfrica
Las secuelas de una problemática estructural
A pesar de los esfuerzos, las operaciones policiales suelen quedarse en acciones aisladas, como la llamada Vala Umgodi (sellar el pozo). Cada cierre de una mina ilegal es seguido por la reapertura de otra, y mientras tanto los niños continúan en riesgo. La falta de acusaciones formales por los abusos sexuales denunciados también refleja un vacío institucional. Sin juicios, sin responsables y con víctimas que temen testificar, la impunidad alimenta la continuidad del problema.
El costo humano invisible
Más allá de las estadísticas, la realidad más dura es el impacto psicológico en los menores. Las secuelas del abuso y el trauma no desaparecen cuando son rescatados o repatriados. Muchos regresan a sus países sin apoyo suficiente, marcados por el miedo y la desconfianza.
Jonathan, quien ahora ronda los 30 años, emigró a Sudáfrica con la promesa de ganar dinero fácil trabajando en una de las decenas de minas abandonadas por multinacionales porque ya no eran comercialmente viables. Los detalles de lo que sufrían los jóvenes emergieron tras la muerte de decenas de mineros ilegales cerca de la ciudad de Stilfontein a finales del año pasado, cuando una mina fue bloqueada por la policía. Con voz tranquila y firme, Jonathan describe el calor, las largas jornadas y las limitadas opciones para comer y dormir que acabaron pasando factura a su cuerpo.
Una historia sin voz: los abusos bajo tierra
Pero un recuerdo imborrable es lo que les ocurrió a los menores de edad en la mina donde trabajaba.
«Solía ver a estos chicos en la mina; adolescentes de 15 o 17 años». «A veces otros mineros se aprovechaban de ellos. Era una situación que daba un poco de miedo y no me sentía cómodo».
Jonathan dijo que los menores eran violados por mineros adultos que les prometían parte del oro que encontraran a cambio de sexo. «Si un menor está desesperado por dinero se arriesgará«. A veces los jóvenes recurrían a un grupo de mineros en busca de protección, pero «ese grupo ponía condiciones», agrega Jonathan. El sexo también se usaba como castigo si los adolescentes no completaban una tarea para su grupo. Jonathan dice que todos los menores eran extranjeros y no sospechaban al llegar a la mina cuál era la situación en la que se metían.
Un futuro incierto para Sudáfrica
Makhotla Sefuli asegura que las bandas criminales buscan específicamente niños para trabajar en minas ilegales en toda Sudáfrica. Muchos de los menores son secuestrados en países vecinos y traficados. O los atraen con promesas infundadas de encontrarles empleo en la industria minera formal. «Les confiscan los pasaportes al llegar a Sudáfrica… Es bien sabido que estos jóvenes sufren abusos», afirma Sefuli.
Sudáfrica enfrenta el reto de cerrar las puertas a la minería ilegal, pero el camino es complejo. Mientras las bandas criminales continúen operando en un terreno fértil y los Estados vecinos no logren frenar la trata de personas, los menores seguirán siendo las víctimas más vulnerables. El drama de Stilfontein fue noticia internacional, pero lo que ocurre bajo tierra en esas minas clandestinas sigue siendo, en gran medida, una historia sin voz. Se estima que hay unas 6.000 minas vacantes en Sudáfrica potencialmente disponibles para explorar. Es un negocio que probablemente no desaparecerá pronto, y esto deja en riesgo a miles de menores vulnerables.