Narco-Minería: Cómo el oro ilegal está reemplazando a la cocaína en LATAM
La economía ilícita en América Latina está en plena metamorfosis. Lo que durante décadas fue el dominio absoluto del narcotráfico ahora enfrenta una nueva amenaza estructural: la minería ilegal de oro como un negocio más rentable, menos rastreable y, sobre todo, más atractivo para las organizaciones criminales transnacionales.
El nexo entre el cultivo de coca y la minería ilegal de oro está ofreciendo un camino más rápido hacia la riqueza para las empresas criminales en toda la región amazónica, desde Perú y Ecuador hasta Colombia y Venezuela.
En julio, el entonces canciller de Perú, Elmer Schialer, dijo que la economía del oro ilegal en Perú era siete veces mayor que el comercio de cocaína.
Este fenómeno no es simplemente una transición de un producto ilegal a otro, sino una reconfiguración del crimen organizado que combina violencia, corrupción y destrucción ambiental con lógica empresarial. En este contexto, los grupos criminales ya no sólo trafican drogas, sino que explotan recursos naturales para maximizar ganancias y expandir su influencia territorial.
Un giro estratégico: del polvo blanco al metal dorado
Piedra de oro extraída en la localidad de El Dorado, Venezuela. El Dorado forma parte de una región denominada el Arco Minero del Orinoco, que posee grandes reservas minerales y está atravesada por la minería ilegal y el crimen organizado. Pedro Mattey/AFP/Getty Images
Por décadas la cocaína dominó los mercados ilegales. Su producción, transporte y venta configuraron redes complejas que movían miles de millones de dólares al año. Sin embargo, hoy el oro ilegal está alcanzando y superando esos volúmenes de negocio. En lugares como Perú, la economía del oro ilegal ha sido estimada por autoridades y expertos en hasta siete veces mayor que el comercio de cocaína.
La razón es simple: una vez refinado, el oro es casi imposible de rastrear, se funde y se mezcla con metales legítimos, y entra en la cadena mundial sin banderas rojas visibles para los reguladores. A diferencia de la cocaína, que tiene un mercado final específico, el oro puede venderse en múltiples nichos legales, facilitando el lavado de dinero.
Narco-minería: la simbiosis peligrosa entre drogas y minería
Este nuevo modelo criminal no reemplaza a la droga, sino que la complementa con una actividad extractiva que multiplica las ganancias. Expertos llaman a este fenómeno “narco-minería”: una combinación de cultivo de coca, producción de cocaína y minería de oro ilegal bajo el control de las mismas organizaciones criminales.
“Las organizaciones criminales han descubierto que la minería ilegal de oro es un activo más seguro y lucrativo en el que pueden invertir dinero del narcotráfico y, a su vez, lavar los activos más fácilmente,” según Collyns, autor del próximo libro “Blood Gold: The Shocking True Story of the Amazon Gold Rush”.
Los grupos utilizan las mismas rutas de contrabando, insumos como diésel, y control territorial que antes servían únicamente al narcotráfico para expandir operaciones mineras. El resultado es una matriz delictiva que explota tanto la tierra como la demanda global de metales preciosos.
La minería ilegal arrasa con bosques, contamina ríos con mercurio y destruye ecosistemas frágiles y genera una ola de violencia sin precedentes.
Impactos humanos y ambientales: la otra cara del boom
Detrás de las cifras y las ganancias hay historias humanas devastadoras. en la Amazonía y otros territorios indígenas. Además, este auge criminal genera violencia extrema, desplazamientos forzosos, y vulnerabilidad social en comunidades locales.
Las zonas rurales y fronterizas, donde el Estado tiene presencia limitada, son hoy el epicentro de este enfrentamiento entre bandas, fuerzas armadas y pobladores que ven poco futuro fuera de las actividades ilícitas. La falta de oportunidades legales hace que muchos grupos, y personas, se alineen con los traficantes en vez de resistirlos.
La política y la corrupción como facilitadores invisible
No es un secreto que la minería ilegal florece donde el Estado es débil o cómplice. En varios países, los mecanismos regulatorios son fácilmente corrompidos o simplemente inexistentes, permitiendo que redes criminales obtengan permisos, falsifiquen documentación o influyan en decisiones políticas.
Crisis Group estima que Venezuela alberga ahora más del 30 por ciento de los sitios de minería ilegal en la cuenca del Amazonas.“Las rutas de narcotráfico en el sur de Venezuela atraviesan el mismo terreno selvático remoto, y las ganancias del comercio de narcóticos a menudo se lavan a través de inversiones en la industria del oro”.
Este fenómeno trasciende fronteras y afecta la gobernabilidad democrática: desde funcionarios locales hasta élites políticas, la línea entre legal e ilegal se vuelve borrosa, debilitando la confianza ciudadana y deteriorando las instituciones.
Nicolas Maduro, presidente de Venezuela, ha sido acusado por EEUU de pertenecer al Cartel de los Soles.
¿Qué se juega América Latina en esta nueva frontera del crimen
La transición del poder económico desde la cocaína hacia el oro ilegal remarca una verdad inquietante: sin un compromiso regional serio para formalizar la minería, fortalecer las cadenas de suministro legítimas y combatir la corrupción, el crimen organizado continuará sofisticándose.
La minería ilegal no es un problema aislado de seguridad, sino una cuestión estructural que exige respuestas integrales: políticas públicas sólidas, cooperación internacional, transparencia en los mercados de metales y programas sostenibles de desarrollo local que ofrezcan alternativas reales a las comunidades afectadas.