Piel y minería: Por qué el sol de montaña daña tu ADN y cómo protegerte

Por Yheny Navas
En la industria minera, la seguridad y la salud ocupacional rigen la operación diaria de cada yacimiento. Sin embargo, existe un órgano vital que, a pesar de ser nuestra primera defensa, a menudo queda relegado en los protocolos de protección personal: la piel. Para comprender los riesgos reales de trabajar en altura y desmitificar la idea de que el cuidado cutáneo es una cuestión meramente estética, Acero y Roca dialogó en exclusiva con la doctora Celina Micheltorena, dermatóloga de la Clínica El Castaño.

El cuidado de la piel minería es vital: la radiación penetra más profundo en altura, dañando el colágeno y el ADN. Imagen ilustrativa de ACERO Y ROCA
A través de un análisis técnico, la especialista desglosa los mecanismos biológicos que ocurren en la montaña y ofrece pautas concretas para preservar la salud de los operarios expuestos a condiciones extremas.
Radiación UV: Por qué el sol de alta montaña es más peligroso para el minero
La doctora Micheltorena aclara, en primera instancia, la diferencia sustancial entre la exposición solar en un entorno urbano y en un proyecto minero. Si bien el mecanismo de daño biológico puede ser el mismo en ambos escenarios, la velocidad y la agresividad con la que ocurre en la montaña son marcadamente superiores.
La razón física detrás de este fenómeno radica en la atmósfera. «La atmósfera actúa como un filtro que nos ayuda a protegernos de las radiaciones ultravioletas», explica Micheltorena. En consecuencia, al trabajar a grandes altitudes, esta capa protectora disminuye drásticamente. «A mayor altura, tenemos menor filtro atmosférico, menor atmósfera que nos protege», señala la especialista.
Además, existe un factor geométrico simple pero contundente: la proximidad. Al estar en la montaña, el trabajador se encuentra físicamente más cerca del sol, lo que intensifica la incidencia directa de la radiación sobre el tejido cutáneo.

Doctora Celina Micheltorena, dermatóloga de la Clínica El Castaño
Fotoenvejecimiento: Las arrugas profundas como síntoma clínico de daño celular
Es frecuente escuchar testimonios de operarios que, tras periodos cortos de trabajo en faena —incluso de un año—, notan cambios drásticos en su fisonomía, como la aparición repentina de arrugas profundas. No obstante, la doctora advierte que no se debe banalizar este fenómeno considerándolo solo un problema estético; es, en realidad, un síntoma clínico de daño interno.
«Las radiaciones ultravioletas producen daño en el ADN de las células, en los queratinocitos, que son unas de las células principales de la piel», detalla la dermatóloga. Aunque el cuerpo humano posee mecanismos naturales para reparar este daño causado por radicales libres, la agresión constante en el entorno de alta montaña supera esa capacidad de regeneración biológica.
El resultado visible de esta batalla celular perdida es lo que se conoce técnicamente como fotoenvejecimiento. «Vemos un daño en el colágeno, en la elastina de la piel», indica Micheltorena. Por lo tanto, esas arrugas prematuras deben interpretarse como una señal de alerta máxima: indican una alteración estructural que se traduce en «pieles más propensas a tener cáncer de piel».
Barrera cutánea: El impacto del viento y el polvo en la defensa de la piel
El entorno minero presenta otros agentes agresores más allá del sol: el viento constante, la tierra y el polvo en suspensión. La piel tiene como función principal actuar como una barrera física ante agresiones externas, ya sean microorganismos o factores climáticos.
Ahora bien, la exposición continua a estos elementos provoca un deterioro funcional. «Cuando hay esta constante agresión, se produce una resequedad de esta función de barrera y es como que se empieza a quebrar«, ilustra la especialista. Una vez que esta barrera se rompe por la sequedad, la piel pierde su defensa, permitiendo que las agresiones penetren con mayor facilidad. Para combatir esto, la doctora enfatiza que «es importante la hidratación» y el uso de productos reparadores para restituir la integridad de la piel.
Choque térmico: Cómo el paso del frío al calor afecta la vascularización cutánea
Otro factor crítico en la operación minera es la oscilación térmica extrema. Los trabajadores suelen transitar dinámicamente entre el frío del exterior y el calor de las cabinas de maquinaria o módulos habitacionales. De hecho, la doctora Micheltorena explica que estos cambios bruscos afectan directamente la vascularización: los vasos sanguíneos se dilatan con el calor y se contraen violentamente con el frío.
Este ciclo de dilatación y contracción forzada altera el flujo sanguíneo a nivel microvascular. «Hay menos cantidad de oxígeno que llega a las células», explica la médica, refiriéndose a los procesos de hipoxia (falta de oxígeno) que terminan dañando el tejido.

El viento y el polvo resecan la piel hasta quebrarla, dejando el organismo expuesto a infecciones y agresiones externas. Imagen ilustrativa de ACERO Y ROCA
EPP Biológico: Protocolos de protección solar y barreras físicas en faena
Ante este escenario hostil, la protección no es opcional. La recomendación médica estándar es el uso de protector solar. «El protector solar lo debemos usar todos, tanto trabajando en la montaña como estando en la ciudad», afirma Micheltorena.
Para que el protector sea efectivo, la clave reside en la frecuencia. La especialista indica que se debe «renovar la aplicación cada dos o tres horas» para mantener la cobertura.
¿Qué hacer si no puedo reaplicar crema?
Dado que la realidad operativa de la minería —donde se manipulan herramientas con guantes y suciedad— puede dificultar logísticamente la renovación constante de cremas, Micheltorena ofrece una alternativa pragmática: las barreras físicas. «Si por cuestiones laborales se nos complica la renovación de la aplicación cada dos horas, usemos medidas físicas», aconseja.
Estas herramientas actúan como un escudo de contención fundamental e incluyen:
- Sombreros de ala ancha.
- Gafas con filtro UV.
- Remeras manga larga o prendas con filtro UV incorporado.

Ante la imposibilidad de ponerse crema seguido, los lentes UV y el cubrenuca son tus mejores aliados en el cuidado de la piel minería. Imagen ilustrativa de ACERO Y ROCA
Prevención activa: El autoexamen ABCDE para detectar lesiones sospechosas
En su experiencia clínica, la doctora ha observado que el daño no siempre aparece en el rostro, sino en «zonas olvidadas» que los trabajadores descuidan. «Vemos lesiones en las manos, en las orejas, en el cuello, en todas las áreas que por ahí uno no les presta atención», señala.
Para la detección temprana de patologías graves, la dermatóloga insta a los trabajadores a realizar un autoexamen periódico, prestando atención a dos tipos de señales críticas:
- Cambios en los lunares: Se debe aplicar la regla del «ABCDE» (Asimetría, Bordes, Color, Diámetro y Evolución) para monitorear cualquier transformación en los lunares existentes.
- Lesiones persistentes: Micheltorena es enfática en este punto: «Aparece una lesión, tipo granito, que no cicatriza, sangra o duele… ahí sí un llamado de atención para consultar». Una herida que persiste en el tiempo puede ser indicativo de algo más serio que una simple lastimadura.

El autoexamen frente al espejo, revisando áreas descuidadas como cuello y orejas, es clave para detectar lesiones que no cicatrizan a tiempo. Imagen ilustrativa de ACERO Y ROCA
Rutina de recuperación post-turno
Finalmente, para los días de descanso o al finalizar el turno, la especialista sugiere una rutina básica para intentar revertir o frenar el daño acumulado. Esta rutina se basa en la higiene suave y la restauración. Se recomienda un lavado con jabón tipo cremoso para no agredir más la barrera cutánea, seguido obligatoriamente de una hidratación profunda.
En la minería moderna, la piel debe considerarse un EPP biológico (Equipo de Protección Personal para riesgos biológicos), que no tiene recambio. Su cuidado mediante la combinación de barreras físicas, químicas y la vigilancia activa de lesiones, constituye una parte esencial de la cultura de seguridad.