Minería Urbana: Por qué el celular que guardas en el cajón es el tesoro del siglo XXI

Por Yenhy Navas
La industria minera global se enfrenta a una encrucijada matemática ineludible: los recursos que ofrece la Tierra son finitos y se agotan, mientras que los materiales ya extraídos y acumulados en las ciudades son inmensos. Ante este escenario, la «minería urbana» deja de ser una alternativa ecológica de nicho para convertirse en una necesidad de supervivencia. Para profundizar en este cambio de paradigma, ACERO Y ROCA dialogó en exclusiva con ingeniero químico Jorge Mario Velásquez Suárez, quien analiza cómo transformar los residuos electrónicos en la nueva cantera del siglo XXI.

El «efecto tesoro» retiene millones de celulares y laptops sin uso en los hogares, siendo un obstáculo clave para la Minería Urbana Residuos.
Velásquez, hablando no solo como un profesional e investigador con vasta experiencia liderando organizaciones, sino también como un habitante del planeta, desglosa los desafíos logísticos y culturales de este modelo. Su postura es clara: la colaboración es el camino más viable porque es el que tiene sentido común.
El «Efecto Tesoro»: La barrera psicológica que retiene los residuos electrónicos en el hogar
El primer obstáculo para la minería urbana no es la tecnología, sino la psicología del propietario. A diferencia de un yacimiento geológico estático, el «yacimiento urbano» está disperso y retenido en millones de hogares. Velásquez identifica este fenómeno como el «efecto tesoro», una conducta donde el usuario retiene tecnología obsoleta. «Muchas personas, incluyéndome, sufrimos un poquito del ‘efecto tesoro’: guardamos ese celular viejo en el cajón pensando ‘me costó mucho dinero’ o ‘me puede servir si se me daña el nuevo’, aunque lleve años apagado».
En este sentido, el desafío para la industria es mayúsculo. Generalmente, la industria ve al ciudadano como consumidor, pero en la minería urbana, el ciudadano se vuelve el inicio de la cadena productiva. Para cambiar ese «chip» mental, las empresas deben ser empáticas. No se puede simplemente pedir la donación del equipo; hay que dejar de ver el reciclaje como una tarea aburrida o casi obligada y empezar a verlo como una oportunidad de valor.

El ingeniero químico Jorge Mario Velásquez: «Si la industria logra decirle al ciudadano: ‘Tú no eres el final de la línea, eres el inicio de algo nuevo’, esos cajones se abrirán».
La estrategia debe centrarse en resignificar el rol de las personas: «Si la industria logra decirle al ciudadano: ‘Tú no eres el final de la línea, eres el inicio de algo nuevo’ (…) esos cajones se empezarán a abrir».
Confianza y propósito: La clave para la participación ciudadana en Latinoamérica
Al analizar casos de éxito global, el modelo de los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 resalta porque la clave fue que la gente donó sus dispositivos voluntariamente. Sin embargo, al trasladar ese escenario a Latinoamérica, surge la interrogante sobre nuestra madurez cultural para una «minería participativa». Velásquez se declara un optimista respecto a la región, destacando que en Latinoamérica tenemos algo muy valioso: la solidaridad. «Cuando hay una emergencia, somos los primeros en ayudar al vecino. El ‘corazón’ para participar lo tenemos».
No obstante, advierte que para funcionar como en Tokio, nos falta trabajar un poquito más en la confianza. La diferencia clave radica en el propósito. En Japón, el ciudadano entregaba su celular sabiendo que terminaría siendo una medalla. En nuestra región, a veces dudamos de «a dónde va a parar esto».
Por lo tanto, la transparencia no es opcional. El reto no es solo pedirle a la gente que participe, es demostrarle con total transparencia que su aporte realmente está construyendo algo bueno para todos. Si se logra esa transparencia, el latinoamericano responderá con entusiasmo.
Logística inversa: La responsabilidad empresarial para facilitarle la vida al ciudadano
A menudo se debate si el éxito del modelo depende más de la logística empresarial o de la educación cívica del vecino. Velásquez califica esta como la pregunta más crítica de todas y ofrece una respuesta pragmática. De hecho, afirma que la responsabilidad tiene un alto porcentaje de participación en la logística y la comodidad. «Seamos sensatos: podemos tener al vecino más educado y con las mejores intenciones del mundo, pero si para reciclar su laptop vieja tiene que cruzar la ciudad en hora pico, simplemente no lo va a hacer».
En consecuencia, el éxito está en hacerlo fácil, tan fácil como sacar la basura o pedir un domicilio. La educación es esa chispa que enciende el motor, pero la logística es el camino pavimentado; si le quitamos los obstáculos al ciudadano, su educación cívica brillará sola.

La confianza en el destino final del residuo electrónico es clave para motivar la participación ciudadana. Imagen ilustrativa creada por ACERO Y ROCA.
Incentivos para la masividad: El orgullo de ser un «ciudadano circular»
Para que esta participación sea masiva y no solo una acción de nicho o filantrópica, es necesario entender qué motiva a las personas. Según la experiencia de Velásquez, a las personas las mueven dos cosas: que les faciliten la vida y sentir que pertenecen a algo importante.
Para lograrlo, propone creatividad y cercanía total: puntos de recolección en el supermercado, en la farmacia, en los colegios, cerca al vecindario. Además, destaca la importancia del reconocimiento social. «A todos nos gusta saber que lo hicimos bien. Imagina competencias sanas entre barrios, o beneficios simbólicos en servicios por ser un ‘ciudadano circular'».
El incentivo no siempre tiene que ser dinero; a veces el orgullo de contribuir y ser reconocido socialmente es un motor muy potente.

Acercar los puntos de recolección a supermercados o colegios facilita la logística inversa y fomenta la participación masiva.
Licencia Social de cercanía: La minería urbana como conexión emocional con la comunidad
La minería urbana ofrece una oportunidad inédita para redefinir la relación entre el sector y la sociedad, actuando como una nueva forma de «Licencia Social». Bajo esta perspectiva, mientras la minería tradicional a veces se siente lejana o en lugares de difícil acceso, la minería urbana ocurre aquí, en nuestros barrios. «Si una empresa minera o tecnológica ayuda a limpiar mi ciudad, a gestionar mis residuos y a cuidar mi entorno inmediato, la conexión emocional, pensaría yo, cambia por completo».
El paradigma cambia drásticamente: ya no son «ellos, los que extraen», sino «nosotros, los que recuperamos». Es una oportunidad valiosa para que el sector industrial le dé la mano a la comunidad y construyan una relación basada en el cuidado mutuo.
Modelo colaborativo: La sostenibilidad depende de la alianza Gobierno, Empresa y Ciudadano
Para cerrar, la visión estratégica apunta a que la colaboración público-privada-ciudadana es el único camino sostenible para el futuro de los recursos. Velásquez concluye con una analogía contundente sobre la sostenibilidad del sistema: «Ningún actor puede hacer esto solo. El gobierno pone las normas, la empresa pone la tecnología y el ciudadano pone la materia prima. Es como un banco de tres patas; si falta una, se cae».

El modelo de colaboración entre Gobierno (normas), Empresa (tecnología) y Ciudadano (materia prima) es la base de la sostenibilidad.
Cuidar los recursos ya no es solo un tema de negocio o de ecología, es un tema de supervivencia e inteligencia colectiva, y la confianza es que vamos hacia allá.