El renacimiento silencioso: Argentina despierta el valor oculto de sus minas abandonadas

Por José Luis Dalla Gassa
Durante décadas, las minas abandonadas de la Argentina fueron vistas como cicatrices de un pasado industrial que no supo sostenerse. Eran paisajes detenidos en el tiempo: campamentos oxidados, galerías selladas, caminos comidos por la erosión y un silencio que parecía definitivo.

La provincia de La Rioja tiene mas de 230 minas abandonas y con producción muchas de ellas esperando ser reactivadas.
Sin embargo, algo cambió. El mundo entró en una carrera global por metales críticos, y aquello que parecía ruina comenzó a verse como oportunidad. Cobre, tungsteno, molibdeno, sílice premium, tierras raras, litio… todos ellos volvieron a entrar en escena. Y con ellos, también regresó una pregunta:
¿Y si Argentina estuviera sentada sobre uno de los mayores tesoros subutilizados de la región? Un relevamiento que hizo el Servicio Geológico Minero Argentino (SEGEMAR), especificó que en la provincia hay 230 minas que produjeron minerales metálicos hasta la década del 90’ y hoy están abandonadas. Oro, plata, cobre, plomo, zinc, berilo, mercurio, bario y volframio eran los minerales extraídos.
El nuevo clima minero global

Mina azufrera La Casualidad en Salta.
La transición energética no es solo un desafío ambiental: es, ante todo, un desafío mineral. Los autos eléctricos, los parques solares, la industria militar, la tecnología aeroespacial y las grandes cadenas de suministro occidentales reclaman más metales de los que la oferta mundial puede garantizar.
El cobre debe duplicar su producción para 2035, según todas las fuentes consultadas por lo que no da mucho tiempo para construir nuevas minas para que estén operativas en esas fechas , es mucho mas rápido reactivar las ya existentes y abandonadas con capacidad para explotar.
El tungsteno, del que China controla más del 80%, se volvió un mineral estratégico para defensa, la sílice de alta pureza vive un boom silencioso gracias a la industria fotovoltaica y las tierras raras dejaron de ser un nicho para convertirse en un problema geopolítico.
En ese contexto, algo evidente comenzó a emerger: Argentina tiene más de 220 minas inactivas con infraestructura, accesos y mineral remanente. Muchas no cerraron por agotamiento, sino por precios bajos, falta de tecnología o ausencia de inversión en los 80, 90 y 2000.
Hoy, el tablero es otro. Y el país vuelve a quedar bien posicionado.

Mina de oro Incahuasi en Catamarca.
Porqué volver a mirar lo que otros dejaron atrás
En minería, el tiempo lo cambia todo. Lo que hace 30 años parecía “baja ley”, hoy es perfectamente recuperable con flotación moderna, plantas modulares o extracción directa.
Las minas brownfield, las que ya tuvieron actividad, presentan ventajas que resultan casi impensables en los megaproyectos greenfield (en terreno virgen)
- Los caminos ya existen.
- La energía suele estar cerca.
- Hay estudios históricos.
- Hay mano de obra local que recuerda cómo se trabajaba allí.
- Y lo más importante: producen en meses, no en años.
Mientras un proyecto nuevo puede tardar más de una década, una mina reactivada puede estar generando mineral en 6 a 18 meses, con inversiones entre US$ 500.000 y 50 millones, según la escala. Para un inversor, eso no es un proyecto minero: es una oportunidad industrial inmediata.
Un país lleno de yacimientos dormidos

Mina de tungsteno Los Cóndores, en San Luis.
Cualquier geólogo que haya recorrido el país lo sabe: Argentina está llena de minas que nunca llegaron a mostrar todo lo que podían dar. En San Juan, Casposo, Gualcamayo y Hualilán guardan potencial para una segunda vida productiva. El Pachón, uno de los pórfidos de cobre más buscados del continente, todavía mantiene zonas históricas que podrían repensarse en un esquema de reactivación.
San Luis y Córdoba son, sin exagerar, el corazón del tungsteno argentino, un mineral que hoy el mundo paga a precios que hace una década hubieran parecido ciencia ficción.
Río Negro aguarda el renacimiento de Sierra Grande y un conjunto de canteras de sílice que podrían alimentar a la industria solar global.
Y en Buenos Aires, esa provincia que muchos creen “no minera”, duerme un arsenal industrial de sílice premium, arcillas refractarias, dolomita y arenas técnicas que el mercado internacional mira con creciente interés.
Cada provincia tiene su historia. Cada una tiene su oportunidad. Lo que faltaba era un contexto global que volviera a encenderlas. Ese contexto ya llegó.
La nueva forma de pensar la minería
La reactivación de minas abandonadas exige una mirada distinta. Nada que ver con megaproyectos de miles de millones. Aquí el enfoque es quirúrgico: recuperar lo que ya existe, evaluar remanentes, hacer muestreos modernos, reabrir accesos, utilizar plantas modulares y reactivar con impacto incremental mínimo.
Es minería de precisión. Minería inteligente. Minería que conversa con la comunidad, porque no aparece “de cero”: vuelve donde ya estuvo. La metodología es clara: primero, realizar las consultas pertinentes al Servicio Geológico Minero Argentino, SEGEMAR, luego producción histórica, después muestreos actuales, ensayos metalúrgicos, cálculo de CAPEX light y un pitch realista. El resultado final es un proyecto que no promete el oro y el moro: promete datos, plazos cortos y un retorno verificable.

Cantera Cerro del Águila, en Buenos Aires.
Hacia dónde puede ir Argentina entre 2026 y 2030
Si el país activara apenas el 20% de sus minas inactivas, podría lograr algo que hoy parece enorme pero es completamente factible:
- 150.000 toneladas adicionales de cobre al año.
- Entre 500 y 4.000 toneladas de tungsteno.
- Un flujo constante de molibdeno asociado.
- 300.000 toneladas de sílice premium.
- 5.000 toneladas de manganeso.
- Producción adicional de litio en salares secundarios.
Sería un salto industrial sin precedentes, construido no desde megaproyectos, sino desde la recuperación inteligente de activos olvidados. Otros países ya lo hicieron: Perú, México, Bolivia, Chile. Argentina tiene la ventaja de llegar ahora, con tecnología moderna, precios firmes y capital global buscando proyectos rápidos.
La oportunidad que no habría que dejar pasar
La ventana hoy está abierta, pero no lo estará para siempre. Entre 2025 y 2030, la competencia global por minerales críticos será feroz, y quien llegue primero, se consolida, pero quien llegue tarde, abastece a los que ya se instalaron. Como estamos viendo en proyectos que renacen , reactivar una mina no es un acto nostálgico, es una estrategia industrial. Es una puerta de entrada a la soberanía mineral. Es, sobre todo, un negocio que Argentina puede capitalizar ya mismo, sin esperar ciclos políticos ni grandes anuncios. Porque el futuro industrial del país no está enterrado en un porvenir incierto. Está debajo de nuestros pies.